Los aperitivos: Ensaladilla templada de ostra en escabeche de becada, patatas y judías verdes.
Copa de perdiz, foie, hongos y trufa negra.
Terrina de venado con salsa Cumberland. Y el pan, servido con una mantequilla noisette montada y una tapenade.
Miguel Palma anda sobrado, tal cual. Y lo demuestra estos días con un menú de caza absolutamente abrumador. De fondos limpios y largos, de reducciones medidas y sorprendentemente ligera a pesar de su profundidad. Cocinar es un hecho indiscutible. Cuando la verdad, que a veces se esconde tras los fogones, sale a la luz en cada plato tampoco queda mucho que discutir. Los fundamentos, la técnica, los kilómetros recorridos, el buen gusto, los fondos, el producto (por supuesto), el paladar y el bagaje, las salsas, el control de los puntos de cocción, la armonía de los conjuntos… Todo ello se unió ayer para un menú tremebundo donde apenas pude apuntar un par de altibajos entre tanto plato gozoso. Cocina venatoria clásica, voluptuosa y sin medida, como debe ser. Y, como siempre, vajillas y objetos bellos en la mesa y una bodega que da gusto explorar. Parece que hace méritos el joven Palma para más reconocimientos aunque a los inspectores les pille a contramano o el recién nombrado cuerpo diplomático de la gastronomía no haya considerado su Taberna entre los cincuenta mejores restaurantes de la provincia (¿?). @latabernademikepalmer @valentino_palmer @helenpalmer7