Romerete - o mero de profundidad- frito “a la sal negra”. Esto, que empezó como una broma con el caviar, resultó ser un contraste acertado para un pescado rebozado por ese punto “soso” de la harina, pleno de grasa y colágeno. Un bocado excelso y probablemente uno de los cuatro o cinco mejores pescados fritos que me he comido en esta santa casa. Y he comido muchos en casi cuatro décadas. Grandioso.
He escrito tanto a lo largo de los años sobre Los Marinos José que, a veces, se me acaba el léxico. Porque son excelentes - que lo son - a nivel profesional y humano y porque, para que nos vamos a engañar, a estas alturas ni pretendo ni quiero ser objetivo con ellos. He renunciado voluntariamente a ello. Les he visto crecer desde ser casi un chiringuito hasta convertirse en uno de los mejores restaurantes - de producto o no - que conozco. Y lo que más me gusta es que, aunque todo se haya vuelto mucho más complicado, los Sánchez siguen siendo quienes eran. Quizás pueda sonar poco profesional para un teórico crítico gastronómico pero, al fin y al cabo, tampoco nunca me consideré como tal. En fin, que vayan si pueden y disfruten, sin más, del producto, de la cocina y de la hospitalidad. @pablomarinojose @marinojose1