Tres platos de mi última visita a Mi Niña Lola. Canutillo de patata con farsa de pintarroja, miso y pimentón. Un fish&chips malagueño. Sardina con un escabeche, potente y audaz. Bisqué thai, camarones, guasacaca, hierbabuena y cilantro.
Es indudable que hay talento y osadía en el trabajo de Pablo Rutllant en Mi Niña Lola (Málaga). Una cocina que transita entre influencias de medio mundo y conceptos lejanos que se fusionan con el recetario y los ingredientes locales, tapas populares y amables y algún guiño esa alta cocina de la que proviene. Un totum revolutum culinario difícil de definir o encasillar pero que resulta atractivo y sabroso. Me gusta que le gusten los perfiles ácidos y amargos en los platos aunque a veces sea necesario perfilarlos, matizarlos o equilibrarlos. Y me gusta que trate de escapar de lugares comunes ya trillados aunque no siempre acierte. Si añadimos una bodega que incorpora referencias importantes, un servicio muy amable y unas vistas fantásticas sobre Málaga hay motivos más que sobrados para subir a La Coracha. @restaurantemnl @pablorutllant