Pulpo al ajillo. Paté de mero. Croquetas de pargo y langostinos.
Da igual cuánto tiempo pase: volver a Tánicos es volver a casa. Volver a donde Manuel Ponce cocina, sin concesiones, sin florituras, sin más limitaciones que las que él se quiere imponer, ajeno a modas o críticas. Y porque está Miguel, su hermano, que ha conformado una carta de vinos de categoría, que maneja la sala con un talento natural y un equipo bien engrasado. Y porque siempre se genera ese ambiente que invita a tomarse un aperitivo en la barra, a abrir una botella especial y a solazarse con unos destilados de categoría en la sobremesa. Siempre hay que volver a Tánicos a saludar a los amigos. @restaurantetanicos